lunes, 2 de enero de 2012

Latidos y mordiscos...Memoria democrática.



Después de haber emitido el panegírico televisivo dedicado a los “padres” de nuestra “democracia”, Juan Carlos I y Adolfo Suárez, ahora tenemos que soportar el respectivo a Tarancón. Admito que el susodicho fuera un demócrata, pero de ahí a afirmar “que lo arriesgó todo por la libertad” o que es una figura clave en la separación de la Iglesia con respecto al Estado, son afirmaciones que me chirrían. Pero al fin y al cabo y volviendo a la generalidad, es la historia de siempre, donde unos se llevaron las medallas y otros los palos. Que sepa, Tarancón no pasó por las gélidas celdas de la prisión concordataria de Zamora, ni sufrió los duros interrogatorios de la Brigada político-social, ni siquiera un mero registro de los grises, trances por los que pasaron muchos otros curas obreros o miembros clericales de otras organizaciones secularizadas. Tarancón fue un demócrata, sí, pero aparte de por convicción, no podemos olvidar que lo fue por necesidad. Seguir apoyando al franquismo a la altura de 1971 y continuar con la simbiosis con el régimen con ese Nacionalcatolicismo, era tanto como firmar la sentencia de muerte de la propia Iglesia Católica. Si falangistas de postín como Adolfo Suárez no dudaron en cambiarse la camisa, ¿por qué no cambiar también la sotana? La historia reciente de este país debe mucho a la Iglesia. Si no es por los curas obreros, por las parroquias donde obreros, vecinos y estudiantes podían desarrollar sus clandestinas actividades, por la lucha interesada de mujeres y hombres de la JOC, HOAC y demás movimientos seglares, no se puede entender el giro político-social de este país en los últimos 40 años. Pero esa Iglesia a la que tanto debemos, no es la Iglesia de Tarancón. La Iglesia del pueblo nunca estará en los altares.

autor Azañas.

1 comentario:

  1. Pues vi la serie y me parecio un buen tipo el susodicho cardenal. Es más pienso que Tarancón es más de nuestra época y Rouco Varela parece de los 70

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