Más por desesperanza que por otra cosa, renuncié a escribir sobre las últimas elecciones. Total, ya llegó la sempiterna solución salvadora para España, así que poco queda por hacer a los demás. En fin, vayamos a lo que nos ocupa.
Hace tiempo leí sobre un colectivo que estaba en contra del color rosa. Reconozco que es un color al que no tengo aprecio, pero filias a parte, la noticia iba por otro lado. Está grabado en la psique colectiva que el azul (o celeste precisando) es el color de los niños y el rosa, el de las niñas. Como otros aspectos de nuestras vidas cotidianas, nunca nos hemos plateado que esto no es una realidad histórica de honda raigambre. Esta costumbre también está inventada, en los años sesenta-setenta en EEUU. Parece ser que los conservadores jugueteros de aquellos lares (hoy serían militantes del Tea Party) decidieron marcar las diferencias de sexo desde la más tierna infancia. Puesto que para esas mentalidades, el rol que le procedía desempeñar a la mujer no tenía más miras que la familia, la cocina y el hogar, mejor era irla preparando. ¿Os habéis fijado alguna vez en un catálogo de juguetes o en una sección femenina de una juguetería? Veréis que no me invento nada. Yo, personalmente lo tengo muy claro, mis hijos (niños o niñas) jugarán con juguetes de construcción (y multicolores, por supuesto). Mientras que la gama rosa consagra a la mujer a limpiar el culo de un muñeco cibernético, porque su futuro será parir y poco más, un juguete de construcción desarrolla la inteligencia y las habilidades de los pequeños. Que ellos elijan en el futuro lo que quieran ser… o lo que el Mercado les deje. Y por supuesto, ¡consumid!
autor Azañas.
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