jueves, 15 de septiembre de 2011

Latidos y Mordiscos...En la Era Móvil



Recuerdo aquellos años en que comenzaron a aparecer los móviles. Cuando la tecnología se desarrolló lo suficiente como para que el teléfono saliera de las casas y pasando por los coches de los altos ejecutivos en forma de pesado y carísimo maletín, llenara las manos de nuestros amigos y parientes.
Al principio, cuando alguien aparecía con uno de esos juguetes, el chascarrillo era evidente: “¡compra, vende!”, pues considerábamos de yuppi (hoy más lo llamaríamos broker) el tener un celular. Sí, celular. Nuestros primos americanos –primos porque hermanos son los portugueses- aciertan en llamarlos celulares, porque móvil, móvil… ¿tiene ruedas?, ¿viene a buscarte? Aunque no demos ideas para el enésimo Iphone.
El caso es que a medida que la marea móvil fue anegando el mercado; es decir, a medida que todo tu entorno lo tenía y tú no, te ibas convirtiendo en una rara avis con el sambenito de asocial. Pero el hecho diferencial no es el tener o no tener. No es la posesión del aparato en sí, o quizá sea literalmente eso, es decir, que el aparato “se imponga a la persona”. Una posesión o alienación en toda regla. Casos extremos los conocemos todos. Antaño, ¿quién se gastaba 5000 pesetas hablando por el fijo familiar? ¡Y ahora el gasto medio que no superaba una unidad familiar, lo supera alevósicamente un individuo!
Sin embargo, no es sobre los abusos de las compañías telefónicas ni sobre las dependencias que generan las nuevas tecnologías sobre lo que quiero hablar, sino sobre cómo condiciona el comportamiento social este pequeño aparato. Sin esa tecnología, tú quedabas con la gente y si no aparecías, eras un “malqueda”. Ahora, las citas se diluyen entre llamadas y contrallamadas -a mayor gloria de las empresas telefónicas-, con las consabidas pérdidas de cobertura y llamadas perdidas. Es decir, sigues sin aparecer y al fin y al cabo, sin cumplir con tu palabra, pero como os habéis telefoneado 18 veces… En fin, sólo quiero hacer una reflexión final. La tecnología no es buena ni mala per se, todo depende del uso que le demos.

autor Azañas.

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