jueves, 25 de marzo de 2010

Ensayos para una vida III

Estoy sentado en la terraza de mi habitación en un hotel de un pequeño pueblo de la costa del sol, de esos que se llenan de turistas en verano, por suerte estamos fuera de temporada y eso se agradece, aunque si me fijo un poco puedo ver a la bestia del turismo, invernando a la espera de que llegan las manadas de visitantes para despertar, por suerte ahora todo esta tranquilo.
En mi copa un Gin Tonic, bien servido, con los hielos justos (no como en esos bares de corte minimalista que ahora abundan por todas partes, en los que te sirven la bebida en una copa enorme, con demasiados hielos, demasiadas rajas de limón, demasiadas rajas de naranja, demasiado zumo de limón exprimido, y muy poco alcohol. Se deben pensar que somos todos tontos). En la mesa el tabaco, el mechero y algo para aliñar. Momento, lugar, y compañía ideal, para detenerme a mirar la ciudad desde la privacidad que me otorga la noche, para detenerme a observar a la gente desde la seguridad que me brinda la oscuridad.
Abajo en la plaza una pareja discute, sin importarle que pase a su lado otra pareja aun adolescente, que al oír los gritos se cogen mas fuerte la mano, para no sentirse solos ante la visión de un futuro que aun esta por venir, mientras la primera pareja sigue discutiendo sin escucharse.
La pareja de adolescentes entra en un hotel que hay casi enfrente del mio. Es un hotel bastante moderno, pero con un enorme aire impersonal, como casi todos los que hay por aquí. En la planta baja ademas de la recepción tiene un enorme restaurante, donde en algún tipo de celebración multitudinaria (boda, bautizo o comunión), una orquesta ameniza la velada con versiones de Tom Jones, Elvis, y Sinatra, supongo que paquito el chocolatero no tardara en hacer su aparición estelar de la noche.
Levanto la vista siguiendo el hueco del ascensor acristalado que tiene en la fachada, en busca la pareja de antes y en vez de verlos a ellos, descubro en una de las ultimas plantas a una chica esperando el ascensor.
Ella esta de espaldas, por lo que no puedo verle la cara, pero su larga melena de pelo negro y rizado, su vestido blanco de tirantes y sus zapatos blancos de tacón de aguja, me han hipnotizado por completo y no puedo apartar la vista de ella.
El ascensor que no llega, y ella sigue de espaldas ignorando mi presencia y todo lo que ocurre en la calle, parece mirar a un punto en el infinito de aquel pasillo, lleno de puertas, del hotel.
De repente da media vuelta y cambia la visión de puertas que no se abren por mirar lo que ocurre en la plaza, yo la miro fijamente sin poder apartar la mirada, ella levanta la vista del suelo de la plaza, parece que me mira, y el ascensor que no llega. Pasa el tiempo, no se si un segundo, un minuto o una hora, por un momento su mirada me intimida, aparto la mirada y miro hacia otro lado, pero no aguanto demasiado tiempo y vuelvo a fijarme en ella, parece que me mira y el ascensor que no llega. Otra vez se da la vuelta, otra vez a ver su espalda, otra vez a mirar las puertas, pero esta vez una puerta se abre y de la habitación sale un chico vestido como un príncipe, se le acerca, y se besan.
Yo siento celos, me levanto, voy a por mas hielos, y me preparo un petardo. Cuando vuelvo a mirar el príncipe ya no esta, ella parece que me mira y el ascensor que no llega, podría pasarme la noche entera mirándola, sin hablarle, sin acercarme, solo por el placer de tenerla solo para mi, aunque sea en la distancia.
Cuando mas hipnotizado me encuentro se vuelve a dar la vuelta y aparece de nuevo el chico príncipe dispuesto a besarle para hacerme volver a la realidad, se besan, y llaman al ascensor, se miran, hablan y el ascensor que llega. Cogen el ascensor, y yo poco a poco, piso a piso, la pierdo, llegan a la planta baja salen del ascensor y ya no les veo.
Me quedo sentado, fumando, mirando la puerta de la recepción, esperando una ultima aparición. Y cuando ya he perdido toda esperanza gira la puerta del hotel y salen a la calle, caminan de la mano hacia el centro la plaza, ella mira hacia arriba, sonríe, parece que me mira.
La orquesta empieza a tocar paquito el chocolatero, y yo me voy a la cama.

1 comentario:

  1. la historia de un viejo verde miron de los muchos q hay x la costa del sol, solo le faltan los prismaticos

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